Una lectura honesta y detallada de las Escrituras nos llevan a entender que el evangelismo nunca ha sido condenar al mundo, decirles que se arrepientan y entonces ofrecerles la buena noticia del evangelio. Esa forma se ha utilizado por siglos en la iglesia, pero no es el ejemplo que nos dejó Jesús ni la iglesia del primer siglo.
El Evangelio, quiere decir la Buena Noticia, y la buena noticia es que hay perdón, hay esperanza para el que está perdido, muerto, en sus pecados. Esa esperanza es Jesús y su obra a nuestro favor.
Jesús dijo que no vino a condenar el mundo, sino a salvarlo. Jesús fue ejemplo de ello, y no condenó a las personas pecadoras recalcando su pecado, sino que los amó y ofreció perdón.
A los que sí juzgó y condenó fue justamente a los fariseos, los religiosos de ese tiempo, que aún estando frente al Salvador esperado, preferían seguir sus reglas de hombres y hacer obras, en vez de disfrutar de la gracia y amor de Dios.
Llamamos evangelismo poderoso al que va acompañado de señales y maravillas. Es cuando en vez de persuadir a la persona a que crea en Jesús porque está condenado por su pecado y se merece el infierno, le demostramos el amor de Dios en situaciones sobrenaturales, donde no cabe duda de que es Dios obrando. Demostramos que el evangelio es Poder de Dios para salvación. Nada de eso sería posible, de no ser por la obra del Espíritu Santo a través de nosotros.
El Espíritu Santo nos puede dar dones en momentos en que hablamos con personas, para poder orar por sanidad, para poder profetizarles o dar una palabra de conocimiento. Para dar consuelo, edificación, enseñanza y por sobre todo amor y perdón. Gracia y misericordia a los perdidos.
Como consecuencia del evangelismo poderoso, las personas pueden ser atraídos a un encuentro personal con Dios, porque entienden que a pesar de su pecado y su condición, cualquiera que sea, Dios está atento y pendiente de su vida. Entiende que lo que acaba de ocurrir no tiene otra explicación más que el hecho que Dios lo ama.
Creemos que el verdadero cristianismo trata de ser cambiado desde dentro hacia afuera. Desde una nueva identidad de hijo amado por Dios, comienza la convicción de pecado y el deseo de cambiar. En contraposición de la religiosidad que impone reglas para ganarse o mantener el favor de Dios.
Jesús modeló este tipo de evangelismo al hacer el milagro y luego enseñar la «teología» detrás de ello. Luego le siguieron los apóstoles, luego los 70, y así en adelante toda la iglesia del primer siglo, haciendo milagros y maravillas al mismo tiempo que cuentan de la buena noticia del Salvador del mundo.
Entendemos que el evangelio es arrepentimiento de nuestros pecados y poner la confianza en Jesús, pero ese cambio de mente viene de la obra de Dios en nosotros, y no de persuasión. No Debemos convencer a las personas de que son pecadoras, ni debemos recalcar su pecado y quebranto de la ley a quienes no tienen a Dios en sus corazones, sino que por medio del perfecto amor de Dios, ellos son atraídos a un encuentro íntimo. Entonces se arrepienten de su vieja manera de vivir y comienza el cambio progresivo hasta el día de Jesucristo.
Hoy en día las señales y maravillas son tan necesarias y posibles como lo fueron entonces. En tiempos de crisis mundial, como ahora, las personas no buscan ser persuadidas, sino vivir el verdadero poder del Dios que es Amor.