¿Cuál es la meta más alta que puede tener un hijo de Dios? La respuesta es bastante sencilla, porque Dios lo dice literalmente en su Palabra: ¡El amor!
La primera carta de Pablo a los Corintios incluye muchos temas importantes, de los cuales podemos sacar muchas enseñanzas. En los capítulos 12 y 14 habla particularmente de los dones espirituales «milagrosos». Lo pongo entre comillas porque así se les ha definido usualmente, pero en realidad cualquier don del Espíritu Santo es milagroso, por su naturaleza, es sobrenatural.
No obstante, entremedio de esos 2 capítulos, Pablo escribe el capítulo 13, donde habla de lo importante que es el Amor, y cómo este prevalecerá aún al paso de los años… sobrepasando «esta era», y que continuará por la eternidad.
Nos dice explícitamente que algunos dones cesarán, porque podremos ver cara a cara a Jesús. Teológicamente entendemos que en la eternidad no habrá maldad, pecado, enfermedad ni muerte. Esa es la razón por la cual no serán necesarios ciertos dones como profecía o incluso evangelismo. Todos los allí presentes serán hijos amados de Dios, y con cuerpos glorificados. Es por eso que Pablo enfatiza que a pesar de lo importante que son los dones espirituales, y que por cierto debemos anhelarlos, lo más importante es el Amor, y que este permanecerá para siempre.
En el nuevo cielo, y nueva tierra, el amor seguirá vigente… ¡Para siempre!
Luego, para retomar el tema de los dones, Pablo comienza el capítulo 14 con lo siguiente:
¡Que el amor sea su meta más alta! Pero también deberían desear las capacidades especiales que da el Espíritu, sobre todo la capacidad de profetizar.
1 Corintios 14:1
Es cierto, continúa diciendo que debemos desear los dones espirituales, en especial la profecía, y es algo que yo mismo deseo y busco constantemente, pero el no podemos pasar por alto la primera frase: ¡Que el amor sea su meta más alta! El amor es y debe ser lo que más nos caracterice.
Jesús nos dice que debemos amar al prójimo, y aún a nuestros enemigos (Mateo 5:38-48). También se nos enseña que Dios es amor (1 Juan 4:8). Y que Jesús vino a la tierra a morir por nosotros ¡Por amor! (Juan 3:16).
Por lo tanto, amigos y amigas cristianas. El amor es una característica que sin duda debemos tener en nuestras vidas. La gente al mirarnos, nuestros vecinos, amigos y familiares, deberían ver el amor de Dios fluyendo desde nosotros. El primer y gran mandamiento es amar a Dios con todo nuestro ser, y el segundo e igual de importante es amar a los demás.
Ora por humildad, ora por dejar atrás el egoísmo, por dejar de querer defenderte a ti mismo de las injusticias, y comenzar a perdonar y a demostrar el amor a los demás de maneras prácticas. La fe sin obras es muerta, dice Santiago. Sin embargo, la fe con obras es cuando se manifiesta el amor en nosotros.
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